Muy pocas personas se atreven a hablar
de conceptos tales como; cuidados paliativos, eutanasia, diario de vida y de
muerte… Y no es porque no existan las enfermedades incurables, el cáncer, u
otros males sin remedio. Simplemente no nos gusta pensar en temas tristes y
miramos para el otro lado pensando que “eso no me tocará a mí”.
Algunos profesionales no somos así. Yo
me aferro a la vida, pero también tengo muy claro que no quiero sufrir en mis
últimos días ni que nadie me haga pasar por lo que yo no quiero.
A muchas personas les asusta la muerte,
no quieren hablar de ella o pasan del tema. Claro que depende de las creencias
de cada individuo, su edad o las circunstancias de la vida por las que está
atravesando en ese momento.
A mí personalmente me asusta más el
dolor físico, el sufrimiento, pensar que tengo que pasar una larga temporada
—quizás sin retorno— en muy malas condiciones tanto físicas como mentales.
Como Psicóloga quiero ayudar a otros
enfermos a pasar lo mejor posible por eso sus primeros días de su vida. Para
ello previamente me tengo que preparar a mi misma para saber afrontar la
situación, ver mi armonía interior siendo consciente de lo que soy. El cuidado
de la vida interior como profesional es un imperativo ético.
Cuando estudié en la Facultad es
posible que aprendiese mucha teoría, pero fue necesario unos años se practica
para darme realmente cuenta del significado de la empatía y saber cómo gestionar
las emociones tanto mías como la de mis pacientes.
En resumen, para hacer frente a la
atención de un enfermo de cuidados paliativos, tengo que trabajar mi balance
emocional. Es decir, tener equilibrio emocional para dar respuestas emocionales
adecuadas al entorno teniendo en cuenta los recursos existentes. Para ello debo
que mejorar mi autoconciencia, poniendo en práctica la escucha el cultivo de
las emociones y los pensamientos conscientes.
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