Siempre he
pensado que el cambio de actitudes que tenga una determinada persona hacia cierto
sector de la sociedad más discriminado, es fundamental para facilitar o
dificultar la inclusión de ese sector en todos los ámbitos de la vida.
A lo largo
de las últimas décadas es evidente que la sociedad ha ido evolucionando, a
veces a fuerza de normativas que obligaban a cumplir con ciertos requisitos de
igualdad, pero otras muchas han sido por los puros chillidos de gente que ya no
aguantaba una situación de desigualdad.
No cabe
duda que esta rebeldía de unos pocos, ha favorecido a crear sociedades cada vez
más abiertas propensas a asimilar situaciones “no tan normales” y pensar que en
una sociedad pluralista cabemos todos.
El cambio
de actitudes comienza en la escuela, con los niños, los profesores, la
dirección… Los padres son los encargados de elegir el tipo de educación que
quieren para sus hijos; religiosa, privada, pública, etc. pero no cabe duda que
desde los últimos 10 años para acá se tiende a promover la integración escolar
para todos. Pero ¿hemos pensado que actitudes mostramos los profesionales ante
los alumnos con discapacidad? Hay algunas investigaciones —sobre todo hechas en
el extranjero— que avalan que es necesario adaptar los materiales utilizados en
las aulas, pero no los criterios de evaluación y cualificación. También
reconocen que los profesores y personas competentes no están formados todavía
para realizar una adaptación curricular adecuada.
Me
pregunto a nivel personal ¿todas las personas con discapacidad poseen las mismas
capacidades y se pueden medir bajo el mismo patrón?