Estos
últimos años se está dando más visibilidad a la población con discapacidad, sea
esta física o intelectual. No la suficiente, pues todavía queda mucho terreno
por recorrer en una área tan diversa y tan compleja; tan alejada de su realidad
para algunas personas. Sin embargo, la poca visibilidad que se le da a este
mundo se limita a la edad escolar, cuando los cuerpos son más susceptibles de
cambios al estar en período de crecimiento. Mi colaboración en este blog se va
a centrar en destacar esa parte que dejamos de lado, la del adulto.
Cuando
un niño con discapacidad acude a la escuela, en la mayoría de los casos puede
acceder a una en la que hay fisioterapeutas, psicólogos y logopedas entre
otros. Pocos profesionales para la cantidad de niños de la escuela, pero algo
es algo. Se avanza, se modifican patrones de movimiento poco funcionales y se
mejora la calidad de vida del niño. Pero ese niño se hace mayor. Llega la
adolescencia y tras ella el vacío del mundo.
Cuando
ese jóven presenta una discapacidad física o una intelectual ligera, puede
seguir integrándose sin problema, estudiar una carrera si es su deseo, empezar
a trabajar, etc. Pero, ¿y si la discapacidad no es tan ligera? En muchos casos,
cada vez menos, la persona se quedaba en casa con sus familiares, sin relación
con el mundo más allá de esas pocas personas. Ahora la mayoría entran en
centros ocupacionales, en los que la figura del psicólogo sigue estando
reconocida al igual que en la escuela. Pero ¿y el cuerpo? Personas con Síndrome
de Down, parálisis cerebral, hemiplejias... ¿Acaso no presentan déficits
motrices y patologías? Hipotonía (déficit de tono muscular), hiperlaxitud
ligamentaria (que puede provocar luxaciones y esguinces), espasticidad (que
provoca cada vez más restricción de movimiento) y problemas de equilibrio y
control motor (que aumentan el riesgo de caída) son solo una muestra del amplio abanico de
problemas que un adulto con discapacidad puede presentar. Es necesario
continuar abordando estos aspectos físicos después de la edad escolar a través
de la fisioterapia. Que la plasticidad sea menor en un adulto no significa que
se deba dejar de lado la rehabilitación y el mantenimiento. No por ser adultos
merecen menos atención y menos ayudas que un niño, tanto a nivel físico como a
nivel integrador y psicológico.
Es
por ello que con esta entrada reivindico que se siga llevando al adulto con
discapacidad a sesiones de fisioterapia, que se incluya la figura sanitaria del
fisioterapeuta en todos los centros ocupacionales, centros de día y residencias
y que se elimine la creencia de que cuando se es adulto y los patrones se han
asimilado, "ya está todo perdido". Nada lo está, nunca. Y si no fuera
posible mejorar, se debe evitar el avance de dichas patologías. Y pido, a
vosotros lectores, que les ayudéis e integréis, que contribuyáis a mejorar la
calidad de vida de estas maravillosas personas.
CLÍNICA DE FISIOTERAPIA
CLÍNICA DE FISIOTERAPIA
Colaboración de
Yéntel Ballester Gil
Fisioterapeuta. N.º Col: 4949